Capitulo 4
El Anacoreta, era el antro por
antonomasia allí donde los derrotados de la vida se aparcaban
esperando un futuro que nunca llegaría. El local pretendía ser
elegante y quizás lo fue, pero olía a humedad y a pesar de la
escasa luz se distinguían desconchones en algunos lugares del suelo.
La humedad era palpable como un intruso en una fiesta equivocada.
Música trasnochada, débiles luces y paredes amarillentas por el
humo del tabaco y otras sustancias menos permitidas durante largo
tiempo habían hecho que extraños colores y diversas manchas
apareciesen a lo largo y ancho del local. Naturalmente a Ralf, el
dueño de semejante sitio no le importaba mucho mientras la caja
sonase y los problemas que rara vez existían llamasen a su puerta.
Desde que abrió el negocio casi nunca había tenido que sacar el
libro de reclamaciones excepto en un par de ocasiones cuando unos
turistas se equivocaron de lugar y aparecieron en el sitio menos
idóneo para visitar. No sabe si fueron sus quejas por la mirada
lasciva del respetable o por la consumición de garrafón de una
supuesta marca que le sirvieron lo que detono la queja. Pero una cosa
es segura. Jamás volvieron a pisar ni su garito ni la ciudad. Y la
otra vez fue borrada como su demandante. Hay una regla no escrita que
el que crea problemas acaba con la basura en un callejón oscuro y
olvidado. Mientras Caronte daba buena cuenta de su ración daría de
veneno y miraba perdidamente las botellas colocadas detrás del
mostrador que parecían saludarle con seductoras intenciones a través
de sus suaves colores que iban cambiando con las pocas luces del
local. De pronto su mente percibió sobre uno de los estantes un
enorme agujero a medio rellenar.
- ¡Eh, Ralf! -llamo de forma
acuciante al dueño.
El aludido se acercó de forma
cansina con sus andares pausados y dejo caer su pesado cuerpo sobre
el mostrador sostenido por sus grandes abrazos apoyando la cabeza en
ellos y mirando fijamente al detective.
- ¿Que pasa, Jhon? -mientras decía
esto un aliento a wiskhy con restos de caramelo mentolado llego a su
rostro.
- ¿Que ha pasado en la pared?
Tienes un buen boquete.
Ralf se giró tranquilamente como si
fuese algo habitual que todo el mundo preguntase por ese orificio.
Lo miro de forma desinteresada como
si llevase toda la vida allí. A quien le interesa un puñetero
boquete en una pared, pensó Ralf.
Volvió a girar la cabeza para
contestar a Jhon.
-Un estúpido que se pasó de
frenada. Empezó a decir que uno de los parroquianos era un agente
encubierto y de repente saco un arma. Amenazo a todos los presentes
diciendo que eran un grupo de secreto del gobierno y que venían a
detenerle para sacarle no sé qué información. Cuando intentamos
dialogar con él. Pego un tiro para tenernos a raya. Momento que
aprovechamos para dar buena cuenta del mamarracho.
Ralf harto de contar la historia de
nuevo levanta su cabeza y con paso cansino marcha a atender a un
cliente que llevaba un rato levantando la mano y solicitando bebida.
- ¡Ya va, ya va! -dice mientras
dejo a Caronte sumido en sus pensamientos.
Jhon quedo hipnotizado mirando el
desperfecto intentando meterse en su oscuridad para desvelar su
secreto. Algo quiere decirle el agujero, el relleno. Pretendía saber
que era el boquete y en que lo van a convertir. Sabía que su mente,
su cerebro acababa de conectar con un cabo relacionado con el caso.
Pero solo era un destello, una señal. Por desgracia era parte del
puzle y el mensaje estaba incompleto.
A pesar de lo absorto que estaba. Un fuerte olor a Fahrenheit, una
exclusiva colonia que para Jhon debía ser hecha especialmente para
machos alfa.
Michel Berman un depredador suelto
en la comisaria. Ambos entraron juntos en la academia, pero a
diferencia de Jhon, Michel era un hombre de éxito. Tenía todo lo
que quería, porte, elegancia y una sonrisa conquistadora. Las
mujeres se peleaban por él y los hombres se arremolinaban buscando
unas migajas de su cautivadora personalidad. Ningún escándalo,
ningún trapo sucio... a simple vista. Pero Jhon sabía cómo
funcionaba el mecanismo del poder y para llegar a los mas alto debías
pagar y hacer concesiones. Su seguridad y su arrogancia era amadas y
temidas a partes iguales. Unas cuencas azules brillaban en el oscuro
tugurio. Frías y cautivadoras miraron con curiosidad a Jhon. Como si
fuese una presa exótica y deliciosa a la cual quisiera dar caza,
pero antes examinarla minuciosamente.
-Vaya, vaya. Oh, sea que es aquí
donde vienen los perdedores cada noche después de hacer sus
aburridos trabajos.
Michel observo el lugar con
tranquilidad.
-He de reconocer que pega mucho con
tu estilo. Incluso que es demasiado alegre para ti.
Jhon lo miro con una mezcla de
fastidio y repulsión.
-Tranquilo, Jhon. Solo he venido a
hablar de negocios. Ya sabes, dos colegas confraternizando y
ultimando cosas del trabajo.
- ¿Que quieres, Berman?
-Bueno, a pesar de tu desastrosa
personalidad y tus viajes hacia ninguna parte. Hay un cierto sitio en
tu cerebro que no sé porque, pero es una jodida máquina. Bien
engrasada y ajustada para resolver todos los casos. No sé si será
el alcohol o esa mierda de existencia que llamas vida. Pero aun así
creo que podemos hacer una buena alianza tu yo.
Jhon lo miro con ironía.
-No me mires con esa cara. Sabes
tengo muchos números de ser el próximo jefe de policía. Y si se
soluciona este caso sería un buen trampolín para mi carrera. Y como
se suele decir una mano lava otra mano. Que mejor que un jefe
estrella tenga al detective con mayores casos resueltos.
Jhon intento obviar las necedades de
Berman volviendo al pasado y retomar el misterio del agujero en la
pared, pero sabía que esa noche sería imposible. Berman le había
capado el instinto con su juego de ambición.
-Bueno, Jhon. Te lo piensas y lo
hablamos.
Berman se acercó a la barra y dejo
una generosa cantidad de dinero por una consumición que había
pedido.
- ¡Eh, jefe! Para mi amigo lo
mejor. -Y mientras decía esto señalaba con un dedo a Jhon.
Con pasos seguros se giró y tomo la
dirección de la salida.
Ralf extrañado se acercó hasta
Caronte.
- ¿Quién era ese payaso?
-Alguien que quiere jugar a un juego
que nos va a traer muchos problemas.
- ¿Y esto? -dijo señalando el
dinero dejado por Berman.
-Creo que dijo algo de que tenías
que tapar algún agujero.
Ralf se encogió de hombros y
recogió el dinero. Se acerco a la caja registradora y echo el dinero
en un bote de cristal donde se amontonaban sin orden ni concierto
billetes y monedas de distinto valor.
-Nos vemos, Ralf. Gracias por ayuda.
Si resolvemos el caso la policía te lo agradecerá por la
información facilitada.
Ralf vio como Caronte se alejaba
hacia la calle mientras en su rostro se dibujaba un gesto de
incomprensión y extrañeza por las palabras del detective.
Continuara...
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