Capitulo 10
Caronte empezó a
retorcerse en el frio suelo de su comedor. Amodorrado por el alcohol y en
estado aletargado intento hacer memoria de lo sucedido y donde estaba.
Lentamente echa la cabeza hacia atrás y vio la blanca puerta de su dormitorio.
Otra jodida noche mas haciendo guardia, otra mas sin poder entrar desde el “suceso”.
Se empezó a incorporar lentamente mientras sentía mareos y una expresión de
dolor se asomó en su cara. El vómito fue escalando fue hasta la entrada de su
boca. Las arcadas fueron mas violentas se levantó rápidamente mientras una
botella de bourbon de la marca Matadiablos caía de su regazo y el tintineo fue crescendo
mientras apartaba torpemente los botellines de cerveza Mabar y pisaba los
envases de cartón que quedaban aplastadas con su pisada. Llego al baño y un
chorro de bilis y alcohol emergió hacia el retrete. El lugar se llenó de un
olor acido y agrio como de líquidos caducados. Con la lágrima en las cuencas
tras el esfuerzo y un insistente dolor de cabeza se fue incorporando mientras
se ayudaba con las manos en la pared para no caer. Al hacerlo de miro al espejo
y se dio asco de la imagen que le devolvía junto algunas gotas espesas que
resbalaban del cristal. Unas gotas densas y oscuras de aspecto repulsivo y de
olor nauseabundo. Por un instante Jhon las miro y vio que eran como el rastro
que dejaba en la vida. Un miserable alcohólico que cuando miraba atrás veía una
marca patética y vomitiva. Solo, sin amigos y sin la confianza para tener una
vida social. Un perdedor que se dedicaba a perseguir a otros perdedores con
peores intenciones. A veces pensaba que quizás era uno de los mejores en
atrapar a los malos. Quizás era y pensaba como ellos. Solo que estaba en el
otro bando. Los conocía también, pero a pesar de que los atrapase eso no serviría
para redimir su pasado y sus errores. Algo restablecido salió de nuevo al salón
y sintió pena y lastima. El desorden y el abandono se habían instalado en su
vida. Decidió salir de allí para olvidar el caos y centrarse en el caso. Si eso
le vendría bien y algo de aire fresco. Apenas llego al rellano en mitad de la
escalera otra nausea le asalto por suerte fue tan solo un resto de la anterior.
El pequeño charco verdoso se quedó en la esquina y se limpió la densa baba que
le colgaba de la boca con la arrugada manga de la gabardina mientras aceleraba
el paso para salir al exterior como si aquello fuera a darle nuevas energías.
El Paraninfo
de la Universidad de Necrópolis era un conjunto de edificios construido en 1893 según un
proyecto de 1886
y diseñado para la Facultad de Medicina y Ciencias, Hospital Clínico y Sala de
Dirección de la Universidad de Necrópolis En su construcción colaboraron un
gran elenco de profesionales y artistas como escultores, el rejero Martín Rizo, la fundición Averly y la
vidriera Quintana.
En la
construcción se utilizó con maestría diversos materiales, entre los que destaca
el ladrillo de tono melado en fábrica vista de las fachadas. Empleó la
estructura metálica explotando sus aspectos decorativos y realizó la fábrica de
ladrillo, la mampostería de piedra de los sótanos. La portada es de piedra, con
disposición de arco de triunfo, rematado en exiguo frontón. A sus pilastras se
adosan a las estatuas sedentes sobre sillones falsos de tamaño natural y
ejecutados en piedra, de cuatro médicos y científicos,
Presentaba el edificio principal una gran
planta rectangular, con gran patio central, que se articula en las fachadas
laterales y posteriores por medio de exedras, y en la principal por un cuerpo
rectangular que avanza, precedido de una escalinata.Tanto en planta como en los elementos formales utilizados, se planeó su obra inspirándose en la arquitectura palaciega, apostando algunos elementos novedosos de raigambre clásica como son las exedras laterales y posteriores.
El mirador de arquillos trasdosados de la última planta, el alero de madera de gran vuelo y el tratamiento de los cuatro extremos del edificio a modo de torreones, lo plantan como una forma de palacio urbano.
En el interior, desde la escalera imperial se accedía al "Paraninfo" con abundante decoración ecléctica
El edificio era la obra maestra y origen y punto de arranque de toda la arquitectura regionalista que se realiza en la ciudad, desde la que constituye sin duda su mejor ejemplo.
Pero todo esto no era de gran interés para Jhon porque todo este edificio tenía una parte menos hermosa, mas lúgubre y oscura. En uno de los laterales y casi escondido a la vista de todos se encontraba la vorgue. Lugar ideal para suministrar de cuerpos frescos a los futuros médicos y cirujanos de todo el país. Ya casi repuesto Jhon vio el oscuro cartel iluminado con unas casi esquemáticas letras blancas donde se leía “VORGUE” entro por la vieja puerta y se deslizo hacia el interior. Bajo al sótano donde una luz mortecina alumbraba débilmente. También sintió una brusca baja de temperatura. Cuando llego al fondo se encontró con un policía con cara de pocos amigos que olía a loción barata vigilando la puerta hacia la sala de autopsias y cámaras. Al lado se veía un cartel donde se podía leer “Acceso restringido” junto a una señal de prohibido.
Su uniforme delataba que necesitaba unas tallas mas porque parecía que iban a saltarle los botones. Este pronto se quedará aquí y no como guardia, pensó Caronte. El hombre dejo la revista de variedades que estaba leyendo y una sonrisa terrible se asomó en su rostro deformándolo. Estaba acomodado en una vieja silla que parecía aguantar débilmente el peso del agente.
- ¿Detective? ¿Que se le ha perdido por aquí? -dijo alegremente.
Y empezó a reírse de su propio chiste.
-Ya sabe aquí no hay muchos con quienes conversar. -dijo regocijándose. -Pero pase, pase. Aunque no hay prisa hay tienen todo el tiempo del mundo.
Tras pasar el control se le apareció un hombre con bata blanca. Llevaba unas gafas de montura metálica, y tenía unas cuencas expresivas, la frente ancha y el mentón estrecho. Su cabello era oscuro y ondulado, el fino y engominado bigote que lucía era más propio de un poeta o un pintor que de un ingeniero civil.
-Soy Carlos Suarez, del departamento forense. Supongo que vendrá por el caso del armero y la hija del alcalde.
Jhon asintió.
-Acompáñeme. -dijo de forma fría.
Cuando entraron en uno de las salas. Observo las paredes llenas de cámaras metalizadas donde reposaban los cuerpos. Todas ellas estaban numeradas.
El forense de forma decidida dio dos zancadas y se paró en la numero ocho. La abrió y deslizo una tabla metálica donde descansaba la víctima. Una manta blanca escondía a la inquilina.
El forense giro con mimo la cabeza y dejo al descubierto un extraño boquete.
- ¿Qué es eso? ¿Porque no se ha recuperado esa zona con carne? -dijo conmocionado. Nunca había visto nada igual. Cualquier herida por vital que fuese acababa desapareciendo por la regeneración. Lo que en algunos casos complicaba la identificación de heridas para resolver casos
-Por lo visto lo que hizo esta lesión era un trozo de hielo cuando llegamos, aunque quedaba un pedacito del boquete había un pequeño charco de agua.
-Para ello tenía que ser algo lanzando a mucha velocidad.
-Si, tenía que ser bala o proyectil disparada con un arma. Un fusil de un francotirador podía ser el caso.
Caronte no salía de su asombro.
-Pero no existe ningún arma con esa capacidad.
Miro pensativo al forense y a medida que decía esa palabra mas pensaba que el asesinato del armero tenía algo que ver.
- ¿Sobre el armero? ¿Encontraste algo relevante?
-Nada por desgracia las heridas de bala ya habían desaparecido. El Vigor Mortis ya estaba avanzado. Quedaba algún pequeño agujero, pero casi cerrándose.
Jhon miro apesadumbrado al médico. Tenían dos cuerpos en la vorgue. Una extraña arma imposible de rastrear o identificar y a un asesino en serio que nadie había visto y que tampoco estaba muy animado a declarar el porqué de sus intenciones, ni pedido ningún tipo de compensación para parar sus actos. Se despidió del forense con un fuerte apretón de manos y reafirmando su relación para resolver el caso en el momento que apareciesen nuevas pruebas. Por desgracia sabía que para eso algunos pagarían un precio muy caro perderían su muerte. Con la cabeza dándole vueltas atravesó los lóbregos pasillos de azulejos verdes y de iluminación tenue. No si antes recibir una afectuosa despedida del vigilante. Salió al exterior embotado y con los pulmones reclamando su porción de dosis. La mañana caía como un jarro de agua fría y los coches pasaban raudos como perros perdidos buscando un hogar. Miro los edificios cercanos y pensó que la ciudad estaba cambiando. Como si un monstruo hubiese despertado y se escondiese de él mientras hacía fechorías. Si hubiera sido capaz levantaría cada edificio, cada casa y cada acera para pillar al malnacido que perturbaba su hogar. Se encontraba perdido y sabía que en este caso tendría que saltar algunas reglas, muchas y hacer alianzas con gente mala muy mala. Pero no quedaba otra. Había que unirse al enemigo para estar en su mismo campo. Luego ya tendría tiempo de deshacerlas como el humo de su cigarrillo que se desvanecía en pequeñas volutas para quedar en nada. Y ese rastro desaparecería a cada paso que diese como ocurría en este momento. Mientras se alejaba del lugar. Unas cuencas no habían perdido detalle de la visita. Esa sombra se caló su sombrero flexible y se alejó lentamente en dirección contraria. Mientras Caronte dejaba atrás un viejo edificio con la pintura descolorida y algunas grietas donde en la puerta había pegado el cartel de una importante inmobiliaria de compra y alquiler de edificios.
Continuara...
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